San José, el hombre justo

San José, el padre de Jesús, es una persona misteriosa pero muy importante. José, al comienzo del Evangelio de Mateo, es el hombre «justo según la ley», antes de decidir repudiar a María. Sin embargo, después del sueño, se convierte en el hombre justo, «según el plan de Dios». Es decir, obedece a la voz del Espíritu que se le ha manifestado en sueños y es dócil a su voz. Su reacción, al principio era una respuesta humana de compasión o de amor a María, … después se convirtió en una respuesta teológica, en respuesta al amor de Dios.

José tiene sueños extraordinarios: los ángeles le hablan. El Señor le habla mientras duerme. ¿Son sueños realmente? Seguramente sí. Con todo, también pueden apuntar -más allá del significado del sueño clásico- a todo lo que se refiere a la conciencia. Una meditación profunda también puede ser considerada un «sueño». El sueño es sin duda un instrumento de revelación.

El evangelio apenas muestra la relación entre Jesús y José. Pero nos faltan muchos momentos. Lo vemos cuando Jesús está perdido y José y María lo buscan, luego José desaparece y ya no sabemos nada más acerca de esta relación. Como tampoco se sabe nada de los treinta años de la vida de Jesús en Nazaret.

José significa «Dios añadirá». Evoca la esperanza, la confianza en Dios. Es una figura orientada hacia la fertilidad. Modelo de adopción, que supera las estructuras patriarcales de su época que estaban muy preocupadas por los lazos de sangre. Él es el modelo de adopción con éxito. Un modelo de humanidad para quienes tienen que cuidar a otros, como por ejemplo un maestro que tiene que ‘adoptar’ a todos los estudiantes que acuden a él cada septiembre para hacer un camino con ellos y guiarlos hasta el final del año, haciéndolos asimilar bien los valores académicos, humanos y espirituales.

Encomendemos a nuestro padre San José, protector por excelencia del Carmelo, todas nuestras preocupaciones, las personas que nos rodean, los proyectos que llevamos en el corazón, para que él los realice plenamente, como hizo con su amado hijo Jesucristo.

 

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