El profeta Elías es conocido en el Carmelo desde los orígenes como nuestro ideal y modelo de inspiración, tanto en lo que se refiere a la contemplación (o oración silenciosa) como al celo apostólico.
En la iconografía se le representa con la inscripción en latín en su espada: «zelatus sum pro Domino Deo exercituum», es decir: «ardo por la gloria del Dios de los ejércitos».
De hecho, el profeta Elías es el primer profeta del monoteísmo… Porque si vamos a los orígenes, los israelitas, los que salieron de Egipto estaban en el fondo de los politeístas… quizás se confiaron un poco más al Dios de Abraham, del Dios de Isaac y del Dios de Jacob… pero sin dejar de creer en su manera en otros dioses, como los de la fecundidad y de la guerra, los dioses que venían de Egipto, y los que vinieron de Canaán, por causa del matrimonio de Acab-Jezabel.
Entonces, Elías marca un antes y un después en la historia del pueblo de Israel. Con la derrota de los falsos profetas de Baal, demuestra que no hay otro Dios que Yavhé.
Una cosa es segura: El profeta Elías es un hombre de contrastes. Si el Muhraqa mostró celo por el Señor Dios de los ejércitos, por el Señor, único dios en Israel, paradójicamente… cuando los caballeros de Jezabel lo perseguían, durante la travesía del desierto… (yendo hacia el monte Horeb) … tuvo que caer sobre el peso de su debilidad y dejarse alimentar por el ángel del Señor.
Contraste importante: descubre el poder de Dios y su debilidad humana, ahora tendrá todavía que purificar su visión de un Dios capaz de mostrar sus ‘superpoderes’… y luego… en el Horeb (¡para mayor asombro suyo!) tuvo que descubrirlo en la brisa ligera, en un viento silencioso. De aquí que para nosotros Elías sea también para nosotros modelo de oración contemplativa, silenciosa.
Pidamos al Señor, por intercesión del profeta Elías, que seamos contemplativos en el monasterio o contemplativos en la acción, que nos haga testigos vivos y ardientes de su presencia, que su gracia nos haga fuertes y valientes para responder con todo nuestro corazón a la vocación recibida.