Si reflexionamos sobre la belleza y la densidad del nombre que hemos recibido como familia religiosa, (hermanos descalzos de María). Nos damos cuenta que la fraternidad no es un elemento accidental, sino sustancial. No somos «padres», es decir, sacerdotes, que viven en fraternidad: somos hermanos y hermanos «descalzos», cuya riqueza para presentar al mundo es la fraternidad que nos une con María y por María, entre nosotros. Al igual que la fraternidad, la relación con María no es un aspecto particular o una devoción en el Carmelo, sino que expresa la esencia de nuestra vocación.
Esta relación entre la fraternidad y María es muy interesante. Parece que la comunidad de hermanos en el Carmelo debe ser concebida y configurarse a imagen de María. Hay un flujo recíproco entre María y la comunidad: por un lado, María es la imagen y el modelo de la comunidad, por otro, la comunidad es la imagen de María. María no es solo el modelo moral de la comunidad, en el sentido de paradigma a imitar. María es el modelo real, el «tipo» (typon) de la comunidad, o la copia, la forma, de la cual la comunidad cristiana es el prototipo, es decir, la realización en la historia presente. En María hay una fuerza que da forma y agrega a la comunidad, que va más allá de la simple ejemplaridad de sus virtudes o comportamiento. Es una prefiguración profética de la realidad de la comunidad de discípulos. Reconocernos en ella significa permitirle que imprima en nosotros su forma eclesial en nosotros. La relación con María debería dejar en nosotros «huella». Una impronta que haga de nosotros, como decían los padres de la Iglesia, «almas eclesiales», personas de comunidad, miembros del cuerpo de Cristo.
Ahora, nosotros, hermanos de la Virgen María del Monte Carmelo, ¿vivimos esta alegría mariana de haber sido elegidos para servir al Señor? ¿tenemos el corazón dilatado porque en nuestra pequeñez se ha posado la mirada de Dios? ¿tenemos la esperanza de que él cumpla, es más, está ya cumpliendo grandes cosas en nosotros y por medio nuestro?
Obediencia llena de confianza, amor que no quiere renunciar al otro, alegría llena de esperanza: estos son los sentimientos del corazón de María que deberían brotar del corazón de sus hermanos y hermanas. No se nos pide que seamos héroes: se nos pide que seamos hombres y mujeres capaces de Dios y por eso capaces de una profunda comunión fraterna en su nombre.
Saverio Cannistrà, Superior general ocd
Extracto de la sesión de formación en la Provincia Ibérica