Leyendo la historia de la fundación del monasterio de Carmelitas Descalzas del Monte Carmelo, me he acordado de las palabras que San Gregorio el Grande escribió en su comentario sobre la búsqueda del Señor por María Magdalena: «Sus deseos han crecido gracias a su espera, y creciendo, han podido darse cuenta de lo que habían encontrado». Pues la espera hace crecer los deseos santos. Si la espera los hace caer, entonces no eran verdaderos deseos» (Homilía sobre los Evangelios, 25,2).
No ha sido fácil empezar esta fundación, se ha necesitado una gestación de al menos 19 años, pero tampoco ha sido fácil mantener la presencia. En el primer monasterio cerca del mar, en Zaourah (Zawara, hoy Bat-Galim), las hermanas estuvieron desde el 1892 al 1936, con un paréntesis durante los años de la Primera Guerra Mundial, en los que la comunidad tuvo que desplazarse a Francia. De vuelta a su monasterio, los cambios políticos y urbanos, junto al desarrollo del puerto de Haifa y la construcción del gran hospital, les hicieron desplazarse hacia la colina, no lejos del convento de los Padres carmelitas, en rue Tchernikhovsky, inaugurado el 1 de enero del 1937.
Hoy la comunidad está compuesta por 18 hermanas, de 11 nacionalidades diferentes, a la que cada cual aporta a la «sinfonía» comunitaria su acento, su tonalidad, su matiz y su color. Se puede decir con toda razón que la comunidad de Haifa pertenece a toda la Orden.
Toda la familia del Carmelo mira hacia este Monte, donde tiene su fuente y sus raíces. Al lado de la que es Belleza y esplendor del Carmelo, el Señor ha querido que haya hermanos y hermanas, para que su bien, pobre en bienes y rica en humanidad, sea el icono más bello y más parecido a María. Este es mi deseo y mi oración para esta comunidad.
P. Saverio Cannistrà, Prepósito General ocd