Para esta Semana de Oración, los cristianos de Oriente Próximo han elegido el tema de la estrella que surgió en el Oriente por diversas razones. Son muchos los cristianos occidentales que celebran la Navidad, la fiesta más antigua, que también es la fiesta principal para muchos cristianos orientales. Es la fiesta de la epifanía, la revelación de la salvación de Dios a todas las naciones en Belén y en el Jordán. Este énfasis en la teofanía (la manifestación) es, en cierta forma, uno de los tesoros que los cristianos del Próximo Oriente pueden ofrecer a sus hermanos y hermanas de todo el mundo.
La estrella guía a los Magos haciéndolos pasar por el alboroto de Jerusalén, donde Herodes planea el asesinato de vidas inocentes. Todavía hoy en día, en varias partes del mundo, los inocentes sufren violencia y amenazas, y jóvenes familias han de huir de tiranos como Herodes y Augusto. En esas situaciones, los seres humanos buscan una señal que les confirme que Dios está con ellos. Buscan al rey recién nacido, rey de bondad, paz y amor. Pero, ¿dónde está la estrella que les guíe hasta él? La misión de la Iglesia es ser la estrella que ilumine el camino hacia Cristo, que es la Luz del mundo.
Siendo estrella, la Iglesia se convierte en signo de esperanza en un mundo lleno de aflicción, y en signo de la presencia de Dios que acompaña a su pueblo en las dificultades de la vida. A través de la palabra y de la acción, los cristianos estamos llamados a iluminar el camino para que Cristo pueda revelarse de nuevo a todas las naciones. Pero las divisiones entre nosotros atenúan la luz del testimonio cristiano y oscurecen el sendero, impidiendo que otros puedan encontrar su camino hacia Cristo.Por el contrario, los cristianos unidos en la adoración a Cristo, abriendo los cofres de sus tesoros en un mutuo intercambio de dones, se convierten en un signo de la unidad que Dios desea para toda la creación.
Los cristianos de Oriente Próximo ofrecen estos recursos para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos siendo conscientes de que el mundo comparte muchas de las aflicciones y dificultades que ellos mismos experimentan, y de que anhela una luz que lo guíe en el camino hacia el Salvador, que es el único que vence las tinieblas.
La pandemia mundial de COVID-19 y la consecuente crisis económica, y el fracaso de las estructuras olíticas, económicas y sociales para proteger a los más débiles y vulnerables, han subrayado la necesidad global de que una luz brille en las tinieblas. La estrella que brilló en Oriente, en Oriente Próximo, hace dos mil años nos sigue llamando a acudir al pesebre, donde Cristo nace. Nos conduce allí donde el Espíritu de Dios está vivo y operante, a la realidad de nuestro bautismo, y a la transformación de nuestros corazones.
Después de encontrarse con el Salvador y adorarlo juntos, los Magos regresaron a sus países por un camino distinto, habiendo sido advertidos en un sueño. Del mismo modo, la comunión que experimentamos en nuestra oración compartida debe inspirarnos a regresar a nuestra vida, a nuestras Iglesias y a nuestro mundo también por nuevos caminos. Transitar un camino distinto es una invitación al arrepentimiento y a la renovación de nuestra vida personal, de nuestras Iglesias y de nuestra sociedad.
Seguir a Cristo es nuestro nuevo camino, y, en un mundo volátil y cambiante, los cristianos deben permanecer tan firmes y estables como las constelaciones y los planetas. Pero, ¿qué significa esto en la práctica? Servir al Evangelio hoy exige el compromiso de defender la dignidad humana, especialmente en los más pobres, los más débiles y los marginados. Exige por parte de las Iglesias transparencia y responsabilidad en sus relaciones mutuas y en su relación con el mundo. Esto significa que las Iglesias deben cooperar para proporcionar alivio a los afligidos, para acoger a los desplazados, para confortar a los abatidos y para construir una sociedad justa y honesta. Se trata de una llamada a que las Iglesias trabajen juntas, de manera que los jóvenes puedan construir un futuro conforme al corazón de Dios, en el que todos los seres humanos puedan experimentar la vida, la paz, la justicia y el amor. El nuevo camino entre las Iglesias es el camino de la unidad visible que buscamos con abnegación, valentía y audacia, hasta el día en que «Dios sea soberano de todo» (1 Co 15, 28).