Este año, con ocasión de la fiesta de san Elías profeta, queremos recordar la conexión que existe entre el profeta Elías y San Juan Bautista. Mantenemos la convicción de que, para nosotros, creyentes en Cristo Jesús, Juan el Bautista, el precursor del Señor, ha actuado con el espíritu y el poder de Elías.
Son muchos los visitantes que al venir al Muhraqa nos preguntan: ¿por qué el profeta Elías es importante para los cristianos, ¿cuál es la conexión de Elías con el cristianismo? A esta pregunta responde el mismo Señor, con sus palabras, cuando, en el Evangelio de Mateo (17, 10-12), los discípulos le dicen a Jesús: «¿Por qué los escribas dicen que primero tiene que venir Elías?».
Y Jesús responde: Sí, Elías vendrá, y lo restaurará todo. Mas yo os digo: Ya ha venido Elías, y no le han reconocido; es más, han hecho de él lo que han querido. Lo mismo el Hijo del Hombre, que tendrá que sufrir por su causa».
Entonces los discípulos comprendieron que les hablaba de Juan el Bautista. Los escribas y rabinos de Israel se apoyan en las palabras del profeta Malaquías: «He aquí que yo enviaré al profeta Elías, antes que llegue el día grande y terrible del Señor, el cual convertirá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres, para que yo, viniendo, no extermine la faz de la tierra» (Malaquías 3,23-24).
Juan el Bautista encarna el espíritu y la fuerza que caracterizaron al profeta Elías cuando estaba vivo. De hecho, ambos son artífices de una predicación de tonos fuertes, encendidos, una predicación que apunta a la conversión y a la penitencia, una palabra tajante en medio del desierto que se opone a toda la falsedad, doblez y corrupción. Tanto Elías como Juan Bautista son «precursores» de un misterio inminente, preparan «el camino» al Señor.
El mismo Jesús, en el Evangelio de San Mateo (11,14) lo confirma en estos términos: «Si lo queréis aceptar, él es el Elías que debe venir».
Una de las principales características del espíritu de Elías es la conducir el pueblo a Dios. Así hizo Elías (1R 17,18), así hizo Juan el Bautista, preparando el camino del Señor. Por tanto, reafirmamos que Elías y Juan Bautista tenían la misma misión, sólo difieren los medios a disposición para llevar a cabo esa misión. Los milagros son solo una mediación.
Elías asperjó (bautizó) el sacrificio y el altar antes de invocar el fuego del cielo: «El agua corría alrededor del altar; también el canal se llenó de agua” (1R 18,35), así como Juan el Bautista bautizó a los que estaban dispuestos a sacrificarse (simbólicamente en el altar) antes de su bautismo de fuego del cielo. También en este sentido, Elías es responsable de abrir y cerrar los cielos (a la lluvia). Curiosamente, cuando se abren los cielos, la tierra y Israel arrepentido son bautizados con agua, han recibido una lección y empiezan una nueva vida, renovando su antigua alianza con Dios. Espiritualmente hablando, el ministerio de Juan abre también las ventanas del cielo simultáneamente a la instauración de la Nueva alianza, que depende también del «arrepentimiento y de la vuelta» de Israel a Dios.
Juan el Bautista, con todo el poder del Espíritu de Elías deberá predicar la conversión, y preparar cada corazón para acoger a su Salvador, a su Señor, a su Dios. El cristiano es un «testigo» de Cristo; es el que lo hace revivir en el mundo de hoy, el que lee los signos de los tiempos.
Citemos a este propósito una reflexión de santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) para indicar cómo son los humildes los que hacen avanzar la historia de la salvación. Significativamente, la carmelita judía muerta en Auschwitz acerca la profecía a la santidad, y lo hace en relación con los momentos más dramáticos de la historia. Ella misma fue profeta y santa, en una de las horas más oscuras de la humanidad.
En la noche más oscura surgen los profetas y los santos más grandes… Cuántas veces también nosotros, en nuestra vida, en nuestra jornada, estamos llamados a leer «proféticamente» los signos de los tiempos… ¡Y a menudo ni siquiera reconocemos a quienes son «precursores» del Señor!
Pietro Braccu, ocds